El mercado de los fetiches de Akodeseua
Lome no es sólo la capital política y administrativa de Togo; es también su capital económica. Lome, ciudad del oeste de África tiene muchos mercados como el Grand Marché de Adaulato que es el más importante con sus hectáreas de tiendas y almacenes en que se encuentran todas especies de artículos vendidos por mayoreo o al detalle; con sus numerosas vías de comunicación donde se puede encontrar buhoneros, agentes informales de cambio de divisas y Kekevi (plataforma de madera con cuatro neumáticos que sirve para transportar mercancías y que hacen avanzar con la fuerza de sus brazos jóvenes atléticos). En estas vías hormigueantes se puede también encontrar carteristas. Además del Grand Marché se encuentra en Lome una veintena de mercados especializados de pequeñas superficies (que se llaman “asivito”) como el asivito de pescado ahumado del barrio Deux-étoiles y el estupendo asivito de los fetiches de Akodeseua.
Al principio del asivito de los fetiches
El asivito de los fetiches de Akodeseua se extiende sobre una superficie equivalente a la de un campo de balonmano y está encerrado en una barrera de perpiaño revestido de argamasa. El nuevo visitante que se presenta en la entrada está acogido por voces y movimientos halagüeños de chicos y mujeres para incitarlo a acercarse de sus puestos respectivos. Cuando se dan cuenta de que el visitante no está de compras, todas las voces y todos los movimientos se callan. Un adolescente con una mirada adorable aparece. Éste es el responsable de las visitas guiadas. El visitante debe remitirle después de minutos de discusión una suma que puede alcanzar los 10000Fcfa(20us$), dependiendo de su nacionalidad y de su habilidad a negociar. Entonces un guía adulto está concedido al visitante y la visita que puede durar una hora empieza.
El recinto de ese asivito es una plaza al aire libre ocupada de una y otra parte del sentido de la largura por docenas de puestos de exposición de madura sobre los cuales hay cráneos y esqueletos de animales, aves, serpientes, así como pieles, estatuas, y piedras como las que se llaman piedras del trueno que son según el guía, meteoritos precipitados del cielo durante tempestades tropicales. A mitad de esas dos líneas de puestos se estira una franja de tierra libre para cicurlar y aparcar coches y motocicletas. En la extremidad de esta franja hay un pozo sagrado que recibe cada año el 15 del mes de enero, ofrendas destinadas al dios Ogun, con motivo del festival anual de la religión vudú. Hay que notar que el dios Ogun es el dios del hierro y también esta fuerza enviada en nuestra tierra para mejorarla y mantenerla soportable. De este pozo llenado de arena y de estatuas de hierro brota un arbolito que cubre con su sombra todo el altar para protegerlo de la aspereza del sol, de la violencia de los vientos y de las lluvias. Cerca de este pozo-altar, se alza hacia el cielo un árbol centenario como el asivito de los fetiches que fue inaugurado, según el guía, al principio del siglo veinte por sacerdotes vudú originarios de Abomey, la capital mundial del Vudú que es hoy en Benín.
Los curanderos
Detrás de los puestos y paralelas a ellos, hay cabañuelas de bambú en que obran curanderos. Es el segundo alto de la visita del mercado después el del pozo-altar. En una de estas cabañuelas se encuentra al señor H. F. que el guía nos presenta como el hijo de uno de los más grandes sacerdotes vudú de la región. El guía habla de H.F. con énfasis, esforzándose sin éxito en enseñar con giros hábiles que no es su agente comercial. La sala de consulta que hace menos de tres metros cuadrado está iluminada por la única apertura de la puerta de entrada protegida por una cortina blanca. Esta sala está dividida en dos. La primera parte compuesta de dos banquillos que se enfrentan y que están reservados a la curiosidad de los turistas y a los que buscan salud y paz psíquica. La segunda parte, la del fondo, está reservada al curandero que suele sentarse sobre un taburete colocado al lado de un altar. El señor H. F. que es originario de Benín habla en fon y el guía se encarga de traducir. El curandero afirma que no hay nada de maléfico en su arte, que practica sólo la magia blanca. « Blanca » aquí no tiene nada a ver con asuntos de raza y significa toda magia que se practica para el bien de todos a contrario de la magia negra en que se trata sólo de perpetuar los sufrimientos. El curandero presenta unos de sus “fetiches” con explicaciones completas sobre sus diferentes usos. Hay una miniatura de Legba que protege las viviendas, un « fetiche » para viajar fuera de peligro; un que se llama Dis-moi-oui es decir “Dime-sí” que es un “fetiche” para atraer a un ser amado. Aquí los curanderos curan enfermedades de los cuerpos ocultos del ser humano y actúan para prevenir muchas desgracias y garantizar una cierta seguridad interior.
Los Fetiches
La visita se termina con el giro de los puestos de exposición dispuestos en dos filas terminadas por un lado con una jaula que contiene dos varanos y en otro lado por un mono cautivo atado a un arbolito. El guía, como para disculparse de la situación de estos cautivos explica que todos estos cráneos, todos estos esqueletos expuestos por la venta son los de animales muertos de muerte natural. Los que llegan aquí vienen para comprar ingredientes destinados a sus preparaciones y ritos. La palabra « fetiche » no tiene aquí el sentido peyorativo de los colonos invasores evangelistas cuya intención fue de despojar un pueblo de su personalidad antes de venderle una concepción extraña de la verdad religiosa. Todos los cráneos, estatuas, piedras, pieles, vendidos aquí son primero, objetos simples que pueden ser usados como objetos de decoración. Llevan su destinación o su fuerza de « fetiche » sólo después de ser cargados por magos que conocen perfectamente las fórmulas y los ritos necesarios. Así, en la tradición africana auténtica, un fetiche es un receptáculo y un conductor de energía que sirve de intermediario entre el hombre y el Todo y permite, cuando está correctamente cargado, de matar o de curar, de reequilibrar las debilidades de los diversos cuerpos invisibles en los cuales bañan el cuerpo de carne, de atraer magnéticamente a las fuerzas benéficas y de restablecer el equilibrio cósmico regularmente destruido por los apetitos humanos cada día crecientes. En este punto de vista los ritos realizados en el asivito de los fetiches de Akodeseua son ritos de regeneración y ritos de celebración y no costumbres que tienen por sola unidad de valoración la etnia.
Ahora se acaba la visita del asivito de los fetiches. El visitante se va llevando en su mente un torbellino de visiones y de preguntas, de ebriedad y contradicciones. También se va llevando una certeza: la distancia entre lo visible y lo invisible no es tan opaca que lo creemos y puede caber en un fetiche.
Traducción al castellano por el autor.
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