jueves, 4 de abril de 2024

Ensayo sobre Fuego lento (LP5 Editora, 2022) de Alain Atouba

 




“¿Existe algo más inconstante que el amor?”, se pregunta el poeta Alain Atouba y la sola pregunta permanece y reverbera. Son las preguntas hondas que estructuran la poesía. Preguntas que no exigen respuesta, sino que conllevan en sí mismas, el gran interrogante de la vida. La poesía misma es pregunta. Umbral de palabras a través del cual vislumbramos otro lado sin dejar de pisar nuestra existencia más terrena. Ahora bien, cuando la poesía corre el velo y presenta la pregunta y además esa pregunta trata sobre el amor, nos encontramos en una encrucijada de la que seguramente no podremos esquivar el certero golpe (estético, claro) de la belleza. 

A lo largo de cincuenta poemas, generalmente breves, Alain Atouba, presenta al lector un itinerario dichoso/doloroso del amor. Estamos frente a uno de los grandes temas de la poesía como lo son también la muerte o el viaje. Lejos de caer en lugares comunes, el poeta nos lleva por una historia de amor donde lo íntimo se vuelve universal. El estilo de Alain Atouba es un estilo sencillo, se aparta de los barroquismos y del estilo empalagoso que suele aparecer en las temáticas de eros. Por el contrario, Fuego lento, posee la sencillez de un río de aguas profundas. Perceptible y llano en su manifestación externa, pero hondo y profundo cuando comenzamos a masticar las palabras con mayor detenimiento. La palabra poética fluye como un río como bien lo expresa el poema 15:


Yo vengo de la tierra del amor, África,

donde todo es colores de fiesta,

donde todo es belleza y paz.

Yo soy hijo de la otra orilla, África,

cuya onda refleja tu cara

en las paredes de la serenidad.

Yo vengo de la otra noche, África,

donde brillan las estrellas sin fin,

donde la vida fluye como un río;

Amiga, ven a bañarte conmigo

en las aguas de la tierra del amor, África.


Este fluir de la palabra tiene además características distintivas como el paisaje africano y la situación diaspórica. En ninguno de los casos, Alain Atouba cae en la trampa del exotismo o de lo panfletario. África surge, cuando tiene que surgir, de manera entrañable y con fuerza y dichosamente el texto se aparta de los típicos exotismos al estilo romántico. “La otra orilla”, presenta de manera sutil la complejidad de la diáspora africana. Fuego lento, en su materialización poética, es de algún modo, umbral entre esas dos orillas. En definitiva, la poesía es siempre umbral: umbral entre el lector y el escritor; entre este mundo y un mundo otro; entre una interioridad que escribe y otra interioridad que lee; entre el silencio y la palabra; etc. 


Con el hombre que viaja, migra, se exila, viaja también la palabra. Esa palabra en situación de diáspora es la que se va apropiando de paisajes y experiencias. Palabra descarnada, palabra silenciada, porque los silencios también gritan su lugar en el poema. Palabra, de tal modo arraigada a la realidad, que la palabra poética puede pasar de un idioma a otro. Fluye. Porque lo que fluye en el río del lenguaje, va mucho más allá de los signos o códigos lingüísticos a descifrar. Hablo de la poesía como agua, agua vital y primordial que tiene que ver con nuestra común sed de infinito. 


“…melancolía de un edén perdido” dice el poema 25. La palabra “melancolía” se utiliza también en el poema 46 donde aparece el sintagma nominal del libro: “…se ha instalado la melancolía/ a fuego lento…”. Esta melancolía que los poetas utilizamos a nuestro gusto (porque la melancolía es una patología severa en medicina) es la melancolía heredada de la nostalgia, de la pérdida. Aquella que nos conecta con lo mejor del movimiento romántico decimonónico. La sed, aparece ante la carencia. Entonces, el amor perdido, el amor muerto o no correspondido, deja a los amantes en plena intemperie. Es en la intemperie donde la palabra poética hunde sus raíces. Todo paraíso, todo edén, siempre, es perdido. Por eso, la poesía completa esa fisura, sella la hendidura que existe entre una orilla y otra. Y si bien es sencilla la expresión poética de la sed (quiero decir que está alejada de los excesos de cierto barroquismo), no por eso deja de ser lírica y potente como lo expresan por ejemplo estos tres versos:

Por mi piel flota el perfume

sabor a flor y a barro

que dejaron tus besos.


La lectura de Fuego lento nos introduce en la travesía de los amantes. Travesía que concluye con la pérdida del amor y un estado de intemperie en búsqueda continua:


Corazón mío,

ahógate sin miedo

ahógate en silencio.

El sueño de la felicidad

se ha hundido en un abismo.

Corazón mío,

ahógate sin suplicar

ahógate sin bajar

tu frente altiva;

bien sabes que

amores nuevos

olvidan a viejos.


De algún modo, para decirlo “machadianamente”: se hace camino al andar, o si se quiere, se hace camino al amar. Porque en definitiva lo importante son los momentos vividos:


Oh, mi amor

ha llegado la hora de la despedida

sé que mi ausencia abrirá en ti una herida

pero he de irme:

alégrate por los años

de amor que compartimos…


La pérdida del amor no solo hace aparecer la sed (la sed metafísica) sino que pone de manifiesto la muerte, que tarde o temprano acontecerá:


Oh, mi amor

he aquí la muerte acercándose,

arrogante y despiadada;

está amenazando con su guadaña

para quitarme a tu ternura;

ya oscurece el camino,

la noche que desciende del cielo

pronto va a cubrirme

con su pesada capa de silencio y de plomo…


Entonces, este adelanto de la finitud, este acecho constante de la muerte puede ser también clave del título. Fuego lento, pudiera ser también, ese cuerpo que incuba lentamente y sin pausa el destino común de todo ser humano. Toda travesía tiene un punto de llegada. Elegir la poesía como barca, como modo de transitar el laberinto de los amantes, es un verdadero acierto que Alain Atouba logra con hondura y precisión.


Leandro Calle
Córdoba (Argentina) enero de 2022.






Alain Atouba se licenció por la Universidad de Yaundé I en Camerún, ingresó en la Escuela Normal Superior de Yaundé donde obtuvo un título de Profesor de Español como Lengua Extranjera. Estuvo impartiendo clases de Español en institutos cameruneses hasta marcharse para Salamanca donde se doctoró. Su tesis, dirigida por la Profesora Eva Guerrero del Departamento de Literatura Española e Hispanoamericana de la Universidad de Salamanca, versaba sobre “Representaciones de la cultura negra en la poesía dominicana”. En la actualidad imparte clases en Madrid y se dedica a la investigación sobre la literatura dominicana. Amante de la poesía, es miembro de la Cène Littéraire, un de grupo de lectores cuya meta es la promoción de la literatura africana y afrodescendiente. Forma parte del comité de lectura de este grupo que entrega cada año, desde 2016, el premio Les Afriques a un(a) escritor(a) de una ficción que ponga de relieve una causa humana, social, ideológica, política, cultural, económica o histórica en relación con África o su diáspora.



Sobre Los altavoces de mi corazón (LP5 Editora, 2023), de Herman KAMWA Por Gladys Mendía



Sobre Los altavoces de mi corazón (LP5 Editora, 2023), de Herman KAMWA

Por Gladys Mendía


La novela En los altavoces de mi corazón (LP5 Editora, 2023), de Herman KAMWA nos presenta una narrativa concentrada y comprometida, bordada finamente con hilos de la realidad sociopolítica y emocionalidad intensa, propios de la literatura camerunesa en español, idioma que, lejos de ser ajeno, se convierte en un vehículo expresivo de amplias posibilidades creativas y críticas para autores cameruneses contemporáneos.

El protagonista, cuya identidad se diluye en el anonimato, se nos presenta como una voz disidente en un contexto de opresión y desilusión. Su decisión de no nombrarse es un eco de la despersonalización a la que son sometidos los sujetos en un estado autoritario, y su narración en primera persona, enmarcada por los barrotes de la prisión y la proximidad de la muerte, se carga de una urgencia que traspasa lo individual y se convierte en un clamor colectivo.

El relato, más allá de un recuento de eventos, es un espacio de resistencia. Las memorias se vuelven actos de rebeldía frente a la desmemoria forzada por un régimen corrupto que, en su decadencia, intenta erradicar cualquier vestigio de desacuerdo o crítica. En este punto, el autor se posiciona dentro de la tradición de los escritores latinoamericanos y africanos que han utilizado la ficción como forma de denuncia y transformación social, recordando figuras como Ngũgĩ wa Thiong'o, Gioconda Belli o Diamela Eltit, quienes también narraron las complejidades de sus países bajo la sombra de la injusticia.

El golpe de Estado militar que irrumpe en la novela no es solo un acontecimiento argumental sino un catalizador de cambios personales y colectivos. A través de esta crisis, el autor ilustra la precariedad de las vidas que se desplazan al ritmo de los caprichos del poder, evidenciando la fragilidad de la estabilidad en contextos postcoloniales.

La agricultura, elemento central en la vida del protagonista tras su retorno al pueblo, se convierte en un símbolo de resistencia y esperanza. La tierra, trabajada con esfuerzo, es la promesa de un futuro posible, de un retorno a las raíces que contrasta con la vorágine de la capital, representando la tensión entre la vida rural y urbana, entre la tradición y la modernidad.

El restaurante "Les Délices de Mandjanga" citado en la novela, representa un oasis cultural, un espacio de confluencia de identidades y sabores, pero también de tensiones y contradicciones. Aquí, el arte culinario y la cultura camerunesa cobran protagonismo, proponiendo una gastronomía como forma de resistencia y afirmación identitaria frente a los modelos culturales dominantes.

El amor en esta novela trasciende lo romántico y se carga de dimensiones políticas. La relación entre el protagonista y María Fernanda es también una alianza de luchas compartidas, de sueños de justicia en un país marcado por la impunidad. Así, el amor se convierte en un acto subversivo, en una promesa de continuidad y cambio, simbolizado por el embarazo de María Fernanda.

Finalmente, la injusticia que permea la novela culmina en la cárcel, metafórica y real, que encierra a los personajes pero no sus anhelos. La lucha por la justicia, incluso desde la adversidad extrema, se levanta como el gran tema de la obra, convirtiéndola en un testimonio de la resiliencia humana y del anhelo de libertad y equidad.

En los altavoces de mi corazón se presenta como una obra que, a través de la ficción, indaga en las heridas abiertas de Camerún y, por extensión, de todas las naciones que enfrentan las consecuencias de la corrupción y el autoritarismo. El autor consigue con esta novela un reflejo de los dramas contemporáneos, mostrando que la literatura además de narrar historias construye y reconstruye realidades, ofreciendo un espacio para la memoria, la reflexión y la esperanza.

Gladys Mendía